Ayer vivimos un momento muy especial en el colegio.
Despedimos a una compañera que, tras 51 años de dedicación, se jubila dejando una huella imborrable en todos nosotros.
Medio siglo de historias compartidas, de generaciones de alumnos que la recordarán con una sonrisa, de compromiso, cariño y entrega diaria, que son un ejemplo de lo que significa formar parte de un equipo que va mucho más allá del trabajo: una verdadera familia educativa.
En su despedida se sintió algo que no se enseña en ningún manual: la calidez humana, el respeto y el vínculo que se crea cuando trabajas con personas que comparten un mismo propósito.
Porque los colegios no solo se construyen con aulas y pizarras, sino con personas que ponen el corazón en lo que hacen, día tras día.
Gracias, Feli, por todo lo que has aportado.
Y gracias a cada miembro del equipo por demostrar que, cuando se trabaja con pasión y en equipo, el resultado trasciende generaciones.